"Ah, ¿quiere decir esos clavos?", le responde el empleado. "Están en el sótano, en el pasillo siete". El cliente va allí y sigue sin encontrarlos. Vuelve al empleado y le pregunta: "¿Es que no venden este tipo de clavo?".
"Están justo detrás de usted", le dice el empleado. El hombre, furioso, le pregunta: "¿Por qué me ha hecho correr arriba y abajo por toda la tienda?".
El empleado sonríe. "Esos clavos son nuestro producto más popular. Si fueran fáciles de conseguir, nos quedaríamos sin existencias. Llevamos a nuestros clientes de un lugar a otro para asegurarnos de que sólo aquellos que realmente los quieren los encuentren".
Comparto esta parábola contigo porque estamos cerca de ese momento del año en que se nos anima a mirar al pasado y hacernos preguntas vitales como:
¿Queremos cambiar realmente?Durante el próximo mes y medio, continuaré exponiendo reflexiones, inspiración y orientación que he recibido personalmente para hacer que este proceso de final de año sea fructífero.
¿Queremos que el año venidero sea distinto del anterior?
¿Cuánto trabajo estamos dispuestos a hacer este año para que nuestras vidas estén libres de caos?
Para empezar, tenemos que comenzar a asumir la responsabilidad de nuestras vidas: de lo bueno, lo malo y lo feo. Es fácil atribuirse el mérito cuando todo va bien. Pero cuando las cosas se ponen difíciles, estamos ansiosos por señalar con el dedo, desplazar la culpa, e incluso mirar hacia arriba, mostrando nuestro puño a las fuerzas que aparentemente gobiernan o no gobiernan nuestro universo. Culpamos a los médicos, abogados, políticos, vecinos, jefes y empleados.
Pero nuestro reparto de actores secundarios no debe tomar el papel protagonista. No podemos entregar nuestro poder a nuestros médicos, abogados, contables, e incluso nuestros físicos. Ellos están aquí para ayudarnos a asumir nuestra responsabilidad, y eso es lo único que debemos hacer: asumir la responsabilidad de todo lo que sucede en nuestras vidas.
Durante las semanas siguientes, es especialmente importante recordar que no estamos en manos de nadie sino de las nuestras propias.
Todo lo mejor,
Yehudá
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