Una lección kabbalística de cómo ocuparnos de las almas que vienen a nuestra vida. Fuente: Kabbalista Michael Berg
Aquellos de nosotros involucrados en enseñar a otros –y todos somos maestros de una u otra manera, ya sea de nuestros hijos, amigos o colegas– tenemos una gran responsabilidad en nuestras manos. Debemos recordar, en todo momento, que estamos lidiando con almas.
La otra noche estaba estudiando con mi hijo David, leíamos una historia que he leído innumerables ocasiones, y sin embargo me habló en una forma nueva. La comparto con ustedes ahora, porque dentro de esta historia simple, hay un despertar grandioso del potencial que tenemos para salvar –o dañar– la vida de alguien más.
La historia es acerca de un bien amado kabbalista y uno de sus estudiantes más cercanos. Como era su costumbre, el estudiante pasaba todas las festividades junto a su muy querido maestro. No obstante, un año, mientras la festividad de Pésaj se acercaba, el kabbalista lo llamó y le dijo, “Este año no pasarás las fiestas conmigo”.
Consternado, el alumno eludió los deseos de su maestro y apeló a la gentileza de la esposa del kabbalista (quien desconocía la voluntad de su marido), congraciándose con ella al hacerse indispensable en la cocina, limpieza y demás preparativos para Pésaj.
El día antes de Pésaj, el estudiante dejó salir una insinuación sutil de su predicamento, la esposa se tragó el anzuelo y presionó a su marido en favor del alumno.
El kabbalista respondió, “Si él es tan importante para ti, entonces sí, se puede quedar. Pero la verdad es que temo que pueda causarme serios problemas”.
El estudiante llegó al día de la gran festividad, sintiéndose tremendamente puro y espiritualmente elevado. Se retiró al cuarto de oraciones y empezó a rezar. De pronto, un vagabundo apareció buscando una bendición del gran kabbalista. El estudiante pudo olfatear el hedor del hombre, tanto físico como espiritual, y lo ahuyentó sin siquiera levantar la cabeza.
Momentos después apareció el kabbalista preguntando si alguien lo había venido a buscar. “No, ni un alma.” De nuevo preguntó, ésta vez con más insistencia, “¿Alguna persona ha venido a buscarme?”. “Bueno, vino este hombre sucio que quería verte, pero sé que no quieres desperdiciar tu tiempo con una persona tan insignificante en un día así de importante.” El maestro se dirigió al alumno y le dijo con convicción total. “¡Si no me lo traes a casa ahora, te juro que nunca más volverás a verme!”.
Desesperado, el estudiante corrió por todo el pueblo, y hasta el último momento localizó al hombre en una taberna. El individuo se negó a hacerle caso al alumno, así que este se lo echó al hombro y lo cargó hasta la casa de su maestro. El maestro no sólo aceptó al hombre, sino que pasó toda la festividad a su lado. Al estudiante, por otro lado, le fue asignado sentarse muy, muy, muy atrás.
Después de las fiestas, el kabbalista llamó al alumno a su oficina. “Hace quince años este hombre fue uno de mis estudiantes más cercanos. Hubo un momento es su vida en que realizó una acción terrible, y cayó. Y como sucede con frecuencia, continuó cayendo, espiritual y físicamente. He sentido dolor todos estos años, rezando y rogando para que algo se abriera dentro de él. Hace dos semanas, recibí un mensaje en mis oraciones de que él había creado una pequeña abertura y se había prometido a si mismo “Buscaré a mi maestro una última vez. Si me acepta, entonces sabré que hay esperanza. Si me rechaza, entonces no tendré más esperanza”.
Después de las fiestas, el kabbalista llamó al alumno a su oficina. “Hace quince años este hombre fue uno de mis estudiantes más cercanos. Hubo un momento es su vida en que realizó una acción terrible, y cayó. Y como sucede con frecuencia, continuó cayendo, espiritual y físicamente. He sentido dolor todos estos años, rezando y rogando para que algo se abriera dentro de él. Hace dos semanas, recibí un mensaje en mis oraciones de que él había creado una pequeña abertura y se había prometido a si mismo “Buscaré a mi maestro una última vez. Si me acepta, entonces sabré que hay esperanza. Si me rechaza, entonces no tendré más esperanza”.
No te quería aquí durante estas festividades porque sé lo ‘recto’ que eres y que le cerrarías la puerta. Su última puerta. ¡Casi acabas con toda la esperanza de ese hombre!
La lección que de aquí aprendemos, y que más vale tatuemos en nuestra conciencia, es que cuando estamos tratando con amigos, cónyuges, niños, alumnos y extraños, nunca conocemos las consecuencias y efectos de largo plazo que puedan tener nuestras palabras y acciones. ¿Cuántas veces estamos muy atareados, muy enojados, o simplemente muy preocupados para responderle a nuestro cónyuge, hijo, o amigo, con cuidado y compasión?
Esta semana, vamos todos a apreciar –y fortalecer– nuestra apreciación de lo tremendamente significativas y delicadas que son las almas que aparecen en nuestras vidas. Despertemos para estar siempre preocupados por los demás, alertas y en todo momento listos para preguntar, “¿Cuál es la mejor manera de cuidar de esta alma?”.
Queremos asegurarnos de estar siempre abriendo puertas para que otras almas entren y se eleven y así se puedan convertir en una mejor versión de si mismas.
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