Fue, quizás, la última imagen que hubiese querido ver. Cuando la "heladerita" -como la llama- pasó delante de ella, Hilda de Pero sintió un dolor infinito. Ese recuerdo la asalta una y otra vez desde que falleció su hijo, a los 24 años. Pero también le trae alivio. "Pensar que en esa caja viajaba la vida para varias personas fue la mejor manera de soportar el sufrimiento", reconoce.
Hilda rememora el día que su médico le confirmó la muerte cerebral de Marcos, que había sufrido un accidente. "Fue un momento muy difícil; un padre siempre espera irse primero, no tener que despedir a un hijo", expresa. Tomar la decisión de donar los órganos de Marcos tampoco fue fácil. Pero él ya lo había pedido varias veces. "A pesar del poco tiempo que compartíamos, el tema se había instalado en nuestra mesa y él manifestaba a diario su necesidad de donar órganos", explica.
Hilda vivió ese acto de amor y solidaridad como una bendición: "estaba convencida de que si nuestro dolor podía atenuar el dolor de otra familia, todo tenía sentido". Y tanta entrega tuvo recompensas que hoy alimentan su pasión por la vida. Un día golpeó a su puerta uno de los receptores de los órganos de Marcos con un ramo de claveles y la convirtió en madrina de su beba. Desde entonces, se dedicó en forma incansable a bregar por la donación de órganos. Detrás del micrófono, su voz retumba en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno. Pide que se dejen de lado los miedos y que se priorice la solidaridad. "La donación de órganos es algo de lo que debe hablarse todos los días, porque no se puede llegar al instante más duro para decidirlo", recalca.
Su historia estremece. Contó que se había preguntado varias veces qué poner en la lápida de su hijo, hasta que al final estampó la frase "gracias, Dios, por darme la oportunidad de dar vida después de mi muerte".
Historias silenciosas
Las historias de amor y de solidaridad no siempre son como en la tele. A veces circulan, silenciosas, por los barrios, en la mesa de una familia. Para las autoridades del Centro Unico Coordinador de Ablación e Implante (Cucai) Tucumán, testimonios reales e impactantes como los de Hilda son imprescindibles para superar la baja cantidad de donantes y de trasplantes que coloca a nuestra provincia por debajo de la media nacional. Por ello buscaron historias conmovedoras para conmemorar el Día Nacional de la Donación de Órganos.
Según cifras oficiales, en Tucumán hay 239 pacientes en lista de espera para recibir órganos y más de 150 que esperan tejidos. La nuestra es una de las provincias con mayor prevalencia de enfermedad renal crónica terminal y una de las que tuvo un desarrollo muy lento en la generación de donantes y en la oportunidad de trasplantes.
Silvia Gutiérrez recuerda que estaba a punto de ser mamá, cuando su organismo se volvió loco. De repente, perdió sus dos riñones y empezó a remar en el mundo de la diálisis. Entonces, apareció su hermana mayor y le dijo: "uno de mis riñones es tuyo".
Así vivió 27 años hasta que su organismo volvió a colapsar. Pero los fuertes lazos sanguíneos se impusieron nuevamente. Otra de sus hermanas apareció y le ofreció un retazo de su vida. Antes de entrar al quirófano, María Inés Gutiérrez le dijo a Silvia que le entregaría el riñón izquierdo, porque era el que estaba más cerca de su corazón.
Silvia llora mientras observa a su hermana. "Miren lo hermosa que está", dice. Pide perdón porque no puede contener las lágrimas. "Donar un órgano no es sólo una determinación o un acto de valentía; quienes hacen esto responden al corazón, a una luz especial que los ilumina. Son artífices de un milagro", finaliza.
fuente
La Gaceta (Tucuman)
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