Algunas personas creen que la espiritualidad es lo mismo que profesar alguna creencia religiosa, lo que resulta erróneo. La espiritualidad trata fundamentalmente de la profundidad y de la conectividad. Cuanto más desarrollada esté una persona espiritualmente, más cercana estará a ser capaz de poder observar la profundidad de su ser, independientemente de los sucesos superficiales que cotidianamente suceden en el mundo.
Por el contrario, cuanto menos sintonizada esté espiritualmente, es probable que un ser humano se confunda con las apariencias ilusorias y las tome como realidades.
A través de la historia nos hemos dado cuenta que quizá la actividad que está en el extremo opuesto de la espiritualidad sea la política, lo cual, se convierte en un grave error ya que esta profesión, debería estar vinculada con el bien común y la felicidad.
A muchos políticos les da miedo hablar del amor o de felicidad, como si se tratara de temas propios solamente de una novela, y por tanto intrascendentes y cursis. Es poco frecuente escuchar en un discurso político estas palabras, (sobre todo, provenientes de un hombre) que deberían ser parte central de su actuación.
La política se ha convertido en una guerra, en la que las descalificaciones, las ofensas y la lucha por el poder, son factores comunes.
Solamente habría que revisar los discursos más recientes de los líderes políticos de nuestro país, en donde el 80% de su contenido está enfocado a mostrar los errores, carencias o debilidades de sus oponentes. Es difícil encontrar mensajes que promuevan la unidad, el respeto a la diversidad de ideas y a la búsqueda de una meta común. Muy poco existe de espiritualidad en estos mensajes, y por ende, su contenido es sumamente negativo.
Por el contrario, la espiritualidad siempre está ligada a la verdad, a la belleza y a la bondad. La verdad es el vínculo más potente para relacionar y cohesionar a las personas, las instituciones y los gobiernos.
¿Será posible vincular la política con la espiritualidad? Yo pienso que sí.
Es una tarea muy complicada, si el entorno no es propicio, y el equipo cercano de un político, no le menciona sus errores y cree que su trabajo es alabarlo incesantemente, casi haciéndolo sentir que es un ser fuera de este planeta. No existe mayor trampa que dejarse guiar solamente por las palabras que suenan dulces a nuestros oídos y desechar la crítica, pensando que está sólo proviene de enemigos.
Todo político debería tener cerca una persona que le recordara frecuentemente su calidad de ser humano, que le comentará sus errores y que le hiciera ver que el poder es efímero, y por lo tanto, que debe ser usado de manera razonable, para buscar el bien común.
Mientras más esté conectado un ser humano a sus pensamientos, a su razón y a su conciencia, más cercano permanecerá de su espíritu y de la verdad, y por tanto, tendrá mejores herramientas para actuar de manera congruente.
Si la política es servicio y trabajo a favor de los demás, cada acción debería girar en torno al amor y a la búsqueda de la verdad. No hay que tenerle miedo a estas palabras.
Cada vez es más complejo nuestro entorno. Precisamente porque así lo hemos hecho, porque así lo creamos a través de nuestras acciones. Sí queremos que las cosas cambien, es necesario dar un giro a nuestras acciones a través de corregir y controlar nuestros pensamientos.
La violencia, la pobreza, la falta de educación, de conciencia, nuestra resistencia al trabajo en equipo, son el resultado de lo que en el pasado hemos hecho, nada es fortuito. Nada es espontaneo, todo deriva de acciones causadas por nuestros pensamientos.
Si deseamos que el presente sea distinto, habrá que pensar en el amor, en la abundancia y sobre todo desarrollar la conciencia plena para no confundirnos entre lo importante y las sombras que a veces creemos son la realidad.
La política debe ser un instrumento para alcanzar la plenitud de las personas, para obtener lo mejor de cada ser humano y sumar esfuerzos para progresar.
La verdad, la solidaridad, la belleza, el amor, la congruencia, deberían ser palabras usadas no sólo en discursos, sino de manera cotidiana en las acciones de quienes tienen una responsabilidad en el gobierno.
Podemos cambiar el rumbo de la historia, si simplemente estamos conscientes que nuestros pensamientos generan acciones y energía, y que mientras permanezcamos atados a la negatividad y alejados de la espiritualidad, continuaremos confundidos, creyendo que las sombras son luz.
*Analista
FUENTE
http://portal.pulsopolitico.com.mx/2011/04/espiritualidad-y-politica/
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