NUESTRAS LUCHAS COTIDIANAS SERAN MAS LIGERAS CUANDO EL ALMA PUEDA ADUEÑARSE DE MOMENTOS SUBLIMES COMO ÉSTE.....
MUSICA Y SALUD
Es más o menos conocido por todos que David, según la Biblia, tocaba la cítara en presencia del rey Saúl para calmar sus crisis de melancolía; que Pitágoras curaba a sus discípulos enfermos cantando; Homero cuenta cómo Ulises calma sus heridas sangrantes a través de cantos; que Asclepiades, hace veinte siglos, para aliviarse de la ciática tocaba una trompeta, y su prolongado sonido hacía vibrar las fibras nerviosas, produciendo la cesación del dolor; o que Teofrasto, sucesor y continuador de Aristóteles en el Escuela Peripatética, escribió que «los músico-médicos aplican la música contra el desmayo, la angustia, desarreglos en el sueño, dolor de caderas, ciática, molestias del estómago, dolor de cabeza, mordedura de víboras...»
¿Cómo explicar estas curaciones? No olvidemos que numerosas enfermedades son efecto de una perturbación del sistema nervioso, en particular del simpático, y que este «desarreglo» es debido probablemente a una alteración en la vibración de estos nervios. También en los antiguos templos de China, la India y el Tíbet, la práctica de la música con fines terapéuticos era una ciencia altamente desarrollada, basada en la convicción de que las vibraciones producidas por los tonos musicales son semejantes a aquellas que crean verdaderamente el mundo físico, y que emanan de fuerzas espirituales.
Por otro lado, estos médico-sacerdotes sabían que cada instrumento musical tenía un efecto determinado sobre el cuerpo humano, y aún sobre cada órgano en particular, de forma que las flautas (como también lo afirma Demóstenes) estaban especialmente prescritas para curar enfermedades del hígado, las campanas para el pulmón, los tambores para el riñón, etc. Así, grupos de monjes soplaban en sus instrumentos de viento y tocaban en tambores un sonido determinado, semanas enteras, sin interrupción alguna, para hacer vibrar éste o aquel nervio. Hasta que al final, a través de ese sonido constante, el sistema nervioso se tranquilizaba o volvía a su estado de armonía y el enfermo sanaba.
Así mismo, cultivaron los egipcios el arte musical y conocieron los secretos de la armonía y su influencia en el ánimo, por lo que en las casas de salud de los templos se empleaba la música para la curación de ciertas enfermedades.
Todo esto ha conducido a que investigadores actuales como el Dr. Dower digan que el «la» y el «si» bemol sean eficaces contra la tuberculosis, y el «do» sostenido y el «mi» contra el cáncer.
Dejando atrás la antigüedad nos trasladamos a las más actuales técnicas en musicoterapia y dentro de ella su innovadora modalidad «activa» (la pasiva es cuando el paciente escucha música), es decir, cuando el paciente toca él mismo determinados instrumentos, especialmente tambores, xilofonos o flautas, con lo que se facilita una descarga de sentimientos reprimidos sin necesidad de razonar el problema.
Fuente
www.wikilearning.com
¿Cómo explicar estas curaciones? No olvidemos que numerosas enfermedades son efecto de una perturbación del sistema nervioso, en particular del simpático, y que este «desarreglo» es debido probablemente a una alteración en la vibración de estos nervios. También en los antiguos templos de China, la India y el Tíbet, la práctica de la música con fines terapéuticos era una ciencia altamente desarrollada, basada en la convicción de que las vibraciones producidas por los tonos musicales son semejantes a aquellas que crean verdaderamente el mundo físico, y que emanan de fuerzas espirituales.
Por otro lado, estos médico-sacerdotes sabían que cada instrumento musical tenía un efecto determinado sobre el cuerpo humano, y aún sobre cada órgano en particular, de forma que las flautas (como también lo afirma Demóstenes) estaban especialmente prescritas para curar enfermedades del hígado, las campanas para el pulmón, los tambores para el riñón, etc. Así, grupos de monjes soplaban en sus instrumentos de viento y tocaban en tambores un sonido determinado, semanas enteras, sin interrupción alguna, para hacer vibrar éste o aquel nervio. Hasta que al final, a través de ese sonido constante, el sistema nervioso se tranquilizaba o volvía a su estado de armonía y el enfermo sanaba.
Así mismo, cultivaron los egipcios el arte musical y conocieron los secretos de la armonía y su influencia en el ánimo, por lo que en las casas de salud de los templos se empleaba la música para la curación de ciertas enfermedades.
Todo esto ha conducido a que investigadores actuales como el Dr. Dower digan que el «la» y el «si» bemol sean eficaces contra la tuberculosis, y el «do» sostenido y el «mi» contra el cáncer.
Dejando atrás la antigüedad nos trasladamos a las más actuales técnicas en musicoterapia y dentro de ella su innovadora modalidad «activa» (la pasiva es cuando el paciente escucha música), es decir, cuando el paciente toca él mismo determinados instrumentos, especialmente tambores, xilofonos o flautas, con lo que se facilita una descarga de sentimientos reprimidos sin necesidad de razonar el problema.
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