Bendiciones para nosotros y para el mundo
Jueves, 27 de diciembre de 2012
Recientemente hablé acerca de un experimento en el cual cinco monos
fueron colocados en una jaula con una banana colgando desde el techo en
el medio de la misma y una escalera para subir a tomarla. Al principio,
los monos intentaron uno a uno subir la escalera para tomar la banana.
Pero cada vez que uno de ellos comenzaba a subir, el investigador
rociaba con agua fría al mono que ascendía así como a los otros cuatro.
Pronto, los monos aprendieron que si uno de ellos subía la escalera
todos sufrían y al final, ninguno de ellos intentó subir de nuevo.
En este punto, el investigador reemplazó a uno de los monos con uno
“nuevo” que no sabía nada sobre el agua. Como era de esperarse, tan
pronto observó la banana colgando desde el techo, corrió para subir la
escalera. Antes que el investigador pudiera rociarlo, los otros cuatro
monos se apresuraron a lanzar a ese mono al piso.
Lo mismo ocurrió cuando reemplazaron a otro mono del grupo original con
uno nuevo hasta que finalmente todos los monos en la jaula eran
“nuevos”. A pesar que ninguno había experimentado el agua fría, cuando
un mono nuevo entraba a la jaula e intentaba subir la escalera, lo otros
lo lanzaban al piso sin saber realmente el por qué. Ellos sólo sabían
que no subían la escalera porque así debía ser.
¿Por qué comparto este experimento? Bueno, básicamente es una poderosa
ilustración del pensamiento en el que todos nosotros podemos caer en
nuestro trabajo espiritual. Por ejemplo, cuando llegamos por primera vez
a un camino espiritual, puede que nos digamos a nosotros mismos: “Wow
¡esto es increíble!”. Emocionados e inspirados, aprendemos, hacemos
preguntas, y vamos y le contamos a nuestros amigos y a nuestra familia
acerca de nuestro nuevo entendimiento. Al principio tenemos esta energía
estimulante.
Sin embargo, después que permanecemos un tiempo perdemos un poco de este
deseo. No buscamos más las bananas. Porque no vemos la película
completa, aceptamos ciegamente lo que está justo frente a nosotros y no
buscamos más. Simplemente aceptamos de alguna manera que no necesitamos
ir por las bananas. Hacemos las cosas porque “así debe ser” o
simplemente “seguimos la corriente”.
Para nuestra dicha o desdicha, tenemos que entender que si realmente
queremos algo en este mundo necesitamos primero tener el deseo por ello.
Si queremos estar bien, si queremos dejar una adicción, si queremos
cambiar algo en nuestras vidas, grande o pequeño, debemos tener un deseo
por eso. Todo comienza con el deseo.
Sabes que dentro de cada uno de nosotros existen dos fuerzas. Está la
pequeña Luz dentro de nosotros que nos da un empujón y dice: “No hagas
eso”, “ayuda a tu amigo” o “sal de ti mismo y haz esa llamada
telefónica”. Y luego tenemos otra voz mucho más fuerte, el Deseo de
recibir para sí mismo, la cual dice: “es sólo una vez”, “no te
molestará”, “toma un poco más para ti”, “engaña a tu pareja, ni siquiera
lo sabrá”, o “¿quién te verá allí?”. La pregunta es: ¿qué lado estás
escuchando?
Está época del año es la oportunidad perfecta para preguntarnos
nuevamente: ¿De qué se trata todo? ¿Se trata de unos cuantos momentos de
placer o de ser victoriosos frente a ese placer? ¿Cuál es nuestro
trabajo en este mundo? ¿Estamos haciendo las cosas que traerán Luz para
nosotros y para otros? ¿Vamos en busca de las bananas o nos hemos
resignado a esa voz alta en nuestra cabeza que dice: “de todos modos, no
importa”?
Cada uno de nosotros tiene una pequeña Luz que se extinguirá en 20, 30,
50 años o más. Que en esta época de festividades todos desarrollemos un
verdadero deseo que resulte en bendiciones para cada uno de nosotros y
para el mundo.
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