Beato Juan Pablo II ruega por nosotros
Ya es beato. Ya ha ascendido el segundo peldaño camino de la santidad. Juan Pablo II está oficialmente en la gloria del paraíso, como certifica la Iglesia. Arropado por más de un millón de personas. Vitoreado por el mundo entero, en la gran fiesta de la fe. Proclamado beato por su sucesor, se descubre el tapiz del nuevo beato. Sonriente, con fondo azul y capa roja, que parece repetir: "No tengáis miedo. Abrid de par en par las puertas a Cristo".
Nace un mito. Nace un turbosanto planetario. El Papa que, con su carisma que sigue vivo seis años después de su muerte, lava la imagen de la Iglesia católica y la vuelve a colocar en el firmamento mediático mundial. De su mano, con su beatificación, la Plaza de San Pedro se ha vuelto a convertir en la plaza mayor del mundo.
Hay santos para los almanaques y santos para la gente. Hay santos para las hornacinas y otros, para los corazones. Unos viven en la historia y otros en los recuerdos vivos del pueblo. Hay santos inaccesibles y otros que llegan. Santos de hoy, de carne y hueso. Santos de a pié. Ejemplos a imitar. Madre Teresa de Calcuta y el Papa Wojtyla representan a la perfección este último tipo de santo.
Ambos son dos beatos queridos y amados por lo que fueron, por lo que simbolizan y porque forman parte de nuestro imaginario colectivo. Crecimos con ellos, vivimos sus peripecias, compartimos sus alegrías, nos indignamos con sus gritos proféticos, les seguimos en su caminar samaritano en pro de los pobres y en su denuncia del no a la guerra y lloramos en el momento de su muerte.
Juan pablo II es, quizás, el personaje más fotografiado de la historia moderna. Su imagen, en miles de poses diferentes, permanece viva en nuestra retina. Y su sonrisa franca, su carisma seductor y sus gestos de actor consumado. Fue el primer Pontífice con "Papa boys" que, ya crecidos, vuelven a rendirle homenaje una vez más con motivo de su beatificación.
Es ¿su Papa, pero también es nuestro Papa, el Papa de varias generaciones. Hizo tantas cosas, dijo tantas cosas que llegó al corazón de millones de personas. Primero, como el atleta de Dios. Después, como el Papa enfermo y dolorido, a cuya agonía asistimos en vivo y en directo.
Casi todos podemos presumir de haber conocido a un santo. Al primer beato realmente planetario. Canónicamente, su culto como beato sólo puede ser local (en Polonia, donde nació, y en Roma, donde vivió y ejerció su ministerio). En la práctica, será universal.
Wojtyla, el papa que vive en nuestros recuerdos y en nuestra memoria. Y en la de las generaciones futuras. El Papa que no morirá nunca. Entre otras cosas, porque su vida entera, sus gestos, sus palabras y sus obras viven en la Red. Un beato al alcance de un clic de ratón. Y también eso, en la era digital, le ayudará a no morir jamás.
fuente
elmundo.es
Ya es beato. Ya ha ascendido el segundo peldaño camino de la santidad. Juan Pablo II está oficialmente en la gloria del paraíso, como certifica la Iglesia. Arropado por más de un millón de personas. Vitoreado por el mundo entero, en la gran fiesta de la fe. Proclamado beato por su sucesor, se descubre el tapiz del nuevo beato. Sonriente, con fondo azul y capa roja, que parece repetir: "No tengáis miedo. Abrid de par en par las puertas a Cristo".
Nace un mito. Nace un turbosanto planetario. El Papa que, con su carisma que sigue vivo seis años después de su muerte, lava la imagen de la Iglesia católica y la vuelve a colocar en el firmamento mediático mundial. De su mano, con su beatificación, la Plaza de San Pedro se ha vuelto a convertir en la plaza mayor del mundo.
Hay santos para los almanaques y santos para la gente. Hay santos para las hornacinas y otros, para los corazones. Unos viven en la historia y otros en los recuerdos vivos del pueblo. Hay santos inaccesibles y otros que llegan. Santos de hoy, de carne y hueso. Santos de a pié. Ejemplos a imitar. Madre Teresa de Calcuta y el Papa Wojtyla representan a la perfección este último tipo de santo.
Ambos son dos beatos queridos y amados por lo que fueron, por lo que simbolizan y porque forman parte de nuestro imaginario colectivo. Crecimos con ellos, vivimos sus peripecias, compartimos sus alegrías, nos indignamos con sus gritos proféticos, les seguimos en su caminar samaritano en pro de los pobres y en su denuncia del no a la guerra y lloramos en el momento de su muerte.
Juan pablo II es, quizás, el personaje más fotografiado de la historia moderna. Su imagen, en miles de poses diferentes, permanece viva en nuestra retina. Y su sonrisa franca, su carisma seductor y sus gestos de actor consumado. Fue el primer Pontífice con "Papa boys" que, ya crecidos, vuelven a rendirle homenaje una vez más con motivo de su beatificación.
Es ¿su Papa, pero también es nuestro Papa, el Papa de varias generaciones. Hizo tantas cosas, dijo tantas cosas que llegó al corazón de millones de personas. Primero, como el atleta de Dios. Después, como el Papa enfermo y dolorido, a cuya agonía asistimos en vivo y en directo.
Casi todos podemos presumir de haber conocido a un santo. Al primer beato realmente planetario. Canónicamente, su culto como beato sólo puede ser local (en Polonia, donde nació, y en Roma, donde vivió y ejerció su ministerio). En la práctica, será universal.
Wojtyla, el papa que vive en nuestros recuerdos y en nuestra memoria. Y en la de las generaciones futuras. El Papa que no morirá nunca. Entre otras cosas, porque su vida entera, sus gestos, sus palabras y sus obras viven en la Red. Un beato al alcance de un clic de ratón. Y también eso, en la era digital, le ayudará a no morir jamás.
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