Armonía, respeto, pureza, paz
Para disfrutar del presente, mejorar las relaciones humanas y descubrir la belleza de lo simple, la ceremonia del té
Si se consideran sus sutilezas , tomar el te tambien puede convertirse en un trabajo espiritual. |
El té fue introducido en Japón desde China, en el siglo VIII, por monjes budistas. Según crónicas de la época funcionaba como estimulante para no quedarse dormido durante las largas jornadas de meditación, pero muy pronto se convirtió en una bebida popular y las primeras noticias sobre la ceremonia del té datan del reinado del emperador Shomu (724-749).
Sin apuro. La ceremonia del té es representativa de la filosofía zen: es un momento de encuentro donde cada segundo es único e irrepetible. Por eso, cada paso se hace con la máxima conciencia, sin apuro, sólo se vive el presente.
Sobremesa. "La ceremonia puede durar unas cuatro horas e incluye una comida frugal; una pausa intermedia; la parte principal, en la que sirve un té espeso que todos toman del mismo tazón simbolizando la unidad, y la etapa final, equivalente a la sobremesa, donde se sirve un té ligero", explica Emiko Arimizu, maestra de ceremonia del té, con más de 30 años dedicados a la difusión y enseñanza de esta disciplina.
Contagioso. "Se usa una tetera de cerámica para servir el té espeso y una de laca para servir el té ligero. La decoración del espacio debe ser muy simple para que no distraiga la atención del invitado. Una caligrafía o un pergamino colgado en la pared y un arreglo floral muy sencillo. Los invitados entran a la sala de ceremonias por una puerta muy chica, agachados en señal de humildad y de que todos somos iguales", sigue Arimizu. Se sientan sobre esterillas que cubren el piso del recinto, mientras el anfitrión calienta agua en una marmita de hierro donde se introducen pequeñas piedras que producen un murmullo muy especial. Después, el anfitrión enjuaga los cuencos y utensilios, coloca el polvo de té verde en los tazones, dos o tres cucharadas por invitado, y vierte agua de la marmita con un cucharón de bambú. Revuelve el té con un batidor o escobilla de bambú hasta que aparece espuma en la superficie y, entonces, lo sirve a los invitados. Todos estos elementos suelen ser objetos artísticos valiosos y muchos pueden pasar de generación en generación. Entre tanto, la actitud del anfitrión, distendida, concentrada en la preparación del té, se va contagiando a los invitados hasta crear un clima de paz y recogimiento.
Cenizas del Fujiyama. "En algunos momentos de la ceremonia, el anfitrión representa el paisaje de Japón, con la elevación del monte Fujiyama, al disponer los elementos que utiliza. Por ejemplo, modela esa forma al acondicionar las cenizas sobre las que encenderá los carbones para calentar la marmita. La ceremonia está llena de sutilezas que hacen al mejoramiento de las relaciones humanas, a la vida cotidiana más agradable, a vivir en armonía el cambio de las estaciones y tener buenas maneras hacia los demás. Por eso, lo primero que enseño a mis alumnos es a saludar, agradecer, a pedir permiso cuando a uno lo atienden primero. Además, a recordarles que la ceremonia del té, como el vivir, es un arte que nunca termina de aprenderse", dice, haciendo una reverencia, la maestra Arimizu.
LECTURAS
- El libro del té (Cha no yu) (Kakuzo Okakura).
- Cha do: the way of tea (Sasaki Sanmi, Saboko Iwasaki y Saum McCabe).
- Las casas de té (Yoshikatsu Hayashi).
- Cha do, el sendero de la ceremonia del té como sendero de vida (Solala Towler).
- Emiko Arimizu es argentina, pero cuando era muy chica sus padres decidieron regresar a su patria, Japón, donde nació su entusiasmo por la ceremonia del té. Fue discípula de grandes maestros y en 1994, uno de ellos, el sensei Oiemoto de la Escuela Urasenke, le confirió el título Cha Mei, uno de los más avanzados. En Japón, los aspirantes a maestros de la ceremonia deben permanecer pupilos durante tres años en establecimientos a veces muy alejados de sus lugares de origen. Desde hace 25 años, Arimizu es la mayor instructora del arte de la ceremonia del té en la Argentina.
- En la ceremonia del té, algo tan simple como calentar el agua se transforma en un hecho artístico que alcanza una dimensión espiritual. El anfitrión, a cargo de la ceremonia, realiza todo con una gran concentración, minuciosidad y esmero. Poco a poco, los sonidos y las formas sin grandilocuencia van contagiando a los recién llegados. Que al terminar la ceremonia saldrán cambiados y notarán que sus actitudes en la vida cotidiana tienen otra dimensión. Un ejercicio posible es tomar un hecho que realizamos mecánicamente, lavar platos, regar, leer un texto, cocinar, saludar, etcétera, y tratar de vivirlo más profundamente. Tanto en la preparación de los elementos como en el desarrollo de la tarea. Cualquier hecho, por insignificante que sea, puede transformarse en una experiencia espiritual. Alguien dijo en una oportunidad que la divinidad, Dios, estaba en el fondo de las cosas simples.
fuente
La Nacion
Om/Luis aubele.
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